Toco a tu puerta y la encuentro cerrada.
No hace falta ser un portento para darse
cuenta de que no estás o no estás para mí.
Supongo que todo infierno tiene su purgatorio.
Dicen que el tiempo resuelve
los asuntos inacabados,
pero ya no es la prisa mi
mala compañera,
no es el silencio que me protege
en ocasiones,
y que se convierte
en el sonido
de esta morada que soy yo mismo,
es la tristeza
de llamar a tu puerta
y tener la certeza
de que no estás.
¿Crees de veras
que me iría mejor
sin llamar a tu puerta?
¿Si te archivara como a
un informe en una carpeta
accesoria?
Pero no me es posible
a sabiendas de que tu recuerdo
me hace extrañar
todas aquellas cosas
reales o inventadas,
todos aquellos sueños
alimentados
por la imaginación
y no llevados a efecto.
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