miércoles, 22 de agosto de 2012

Palabras con tiento.

Cuánto te amo sería el corolario a mis sentimientos. 
Te echo de menos, la excusa sencilla para retomar el contacto. 
Te anhelo, laberinto oculto de las tardes con viento. 
Mil besos, el fin de una carta a la que todavía no le puse sello. 
Tu cuerpo, estructura inexacta que apenas 
presiento. 
Tus manos, las que acarician mi rostro 
al igual que tus palabras. 
Los sueños, necesarios para incentivar
tantas noches en las que me desvelo
y contribuir a la construcción
del muro de los que sueñan despiertos. 


Ya sé que estas son palabras con tiento, 
mas no son fueguitos aislados, 
son llamas que cubren el tiempo.  
Lo queman, lo descomponen 
y le dan su calor a 
sabiendas 
de que los relojes atrasan 
por culpa de estos 
despropósitos de la sinrazón,
que nos colman de felicidad
aunque sea sólo un poco.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Sobre la usura.

La usura, ese modus operandi, ese oficio bien definido. La usura en las relaciones humanas, el viejo traje del mal pagador. Cuando viene a verme y me trae esa escasa manera de intercambiar las cosas, esa táctica de estar siempre en guardia y salir a la contra como el boxeador que no confía demasiado en su punch. Comprendo tal vez que lo suyo es una estrategia de supervivencia, pero también es posible que deje de sobrevivir por puro instinto de conservación. Tenemos que desprendernos, en ocasiones, de toda la carga negativa de nuestras emociones y entrar de frente y sin duda a lo que puede llegar a ser una relación plena. ¡Qué necesario es dar a los demás un voto de confianza!

viernes, 3 de agosto de 2012

Siempre fuí ...


Siempre fuí de los que jugó con fuego a sabiendas de que se iba a quemar,
de los que persistieron en un error evidente a todas luces
para la moral y las costumbres dominantes,
de los que abrazó hasta el último rayo de sol
de un atardecer entre montañas,
de los que se quedó sin saliva
una tarde de tanto besar.
Siempre fuí de esos
que no se plegaron,
que no aflojaron cuando la cosa decía
que había que aflojar,
y todo por...
¿coraje, orgullo, superstición, dignidad?
Más bien,
por un sentido táctico
de la autenticidad.
Pero no crea, estimado lector,
que todas estas flores
se las echa uno solo
como acto ejemplificador
de la más estricta vanidad.
Son conclusiones
a las que llego cuando
la cosa dice que hay que aflojar.
Siempre fuí de esas balas perdidas
que volaban por el aire
y no tenían orientación ni sentido.
Siempre fuí o tal vez no,
esta cosa que te digo.

jueves, 2 de agosto de 2012

Emilio Cifuentes y el teléfono.

Era un día cualquiera y, en el taller sonó el teléfono. Emilio Cifuentes lo descolgó cuando algo extraño sucedió: La voz que escuchaba no era la que quería escuchar, no correspondía a la persona que a diario invocaba. Esa voz que hablaba deprisa, que daba férreas instrucciones, no era la voz de Madame Y.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Expediente diario.


Como archivo del trabajo de un día, 
cierro la carpeta y la coloco 
en el cajón de los proyectos inacabados. 
Termino y firmo
el expediente diario,
un conjunto de saludos, holas y adioses
por los pasillos de este edificio
destartalado,
situado en un polígono industrial
sombrío al que se accede a pié.
Adjunto
las llamadas telefónicas
a los jefes y compañeros y
no contabilizo
las llamadas personales,
la de rigor a la esposa
para ver cómo le fue el día,
cómo anduvo
entre mocos, escuelas
y su propio trabajo,
qué lástima no poder compartir esa tarea
de llevar y recoger a los hijos de la escuela,
me encanta escuchar sus historias
sobre compañeros y maestros,
recreos y volteretas.
Luego reservo
ese otro espacio
para los trapos sucios de la oficina:
El ligue de Ramírez
y sus interminables horarios,
el poema que Martínez le escribió
a su esposo,
de los escarceos con el alcohol
de nuestro director
y esa máquina de escribir
con un teclado que no funciona.
En resumidas cuentas,
le digo adiós al día
con la escasa conciencia
de haber hecho lo que he podido.