martes, 24 de mayo de 2011

Tu corazón.


Desnuda tu corazón,
aunque tu corazón se sienta desnudo.
Entrega tu corazón,
a pesar de se quede entregado.
Da cobijo a tu corazón,
ya que afuera no lo cobijan demasiado.
Fortalece tu corazón
para amar a las gentes
que han de ser amadas.
Cultiva tu corazón
y planta una parcela
de ilusión,
un jardín de férreo
coraje.
Desnuda tu corazón,
aunque tu corazón se sienta desnudo,
ya que si los sentimientos
permanecen incomunicados
tienden a pudrirse
y ello conduce
al consiguiente hedor,
como huele el agua de las acequias
cuando permanecen quietas.
Escucha a tu corazón,
aunque lo que tenga que decirte
te produzca temor
y te parezca
que te diriges
a un gran embrollo
si tomas ese camino.
Debate con tu corazón
pero dale cancha,
déjale
contarte
que tú eres lo mejor
que te ha sucedido.

martes, 17 de mayo de 2011

Acantilados.


Nunca pensé que el paso previo a la felicidad
era similar a la persona que se asoma a
un acantilado y siente el vértigo
propio de las alturas.
La espuma del mar
en cada ola que rompe
contra las rocas,
el vuelo ligero de las gaviotas
cuyo sonido armoniza
el breve paso de los momentos.
Nuestros acantilados cotidianos
son de muchos tipos:
Los hay internos,
los hay vitales,
los hay de intenciones,
de objetivos,
de méritos, de logros,
los hay cuando fracasamos.
El fracaso es un tipo de acantilado
que es más corriente
de lo que nos parece.
De forma análoga,
la vida es una contínua bifurcación,
un constante acantilado,
y allá en el fondo,
el mar está hecho de fuego
donde crepitan las llamas
de nuestras frustaciones
y nuestros miedos,
de nuestras cobardías
y nuestros anhelos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Camino a ninguna parte.


Camino a ninguna parte,
como barco a la deriva,
como transeúnte solitario
que mata las horas por las calles
y las avenidas pobladas por la
muchedumbre ingente.
Camino a ninguna parte,
hacia ninguna puesta de sol,
hacia ningún anochecer,
hacia ningún sentimiento hueco,
ni por supuesto pleno.
Camino a ninguna parte,
buscando el abrigo
de los desabrigados,
el calor de los que
viven en permanente invierno.
Camino a ninguna parte
y me encuentro con tus ojos
de frente que me ofrecen,
la generosidad que me hace falta,
el alivio que anhelo.
Camino a ninguna parte,
recuerdo el itinerario
que hasta aquí me ha llevado,
porque todo comenzó
fijándome en un atlas
de geografía universal.
Señalé a "ninguna parte"
y me dirigí
por suerte, por azar,
por desidia, qué sé yo,
a este lugar
donde conservo el abrigo
de los desabrigados
y albergo un tesoro reciente
y que renuevo a diario
con devoción pagana:
tu diáfana mirada.

lunes, 9 de mayo de 2011

Quisiera decirte.

Quisiera decirte y no puedo,
quisiera hablarte y, en cambio,
las palabras no nacen,
mueren antes de salir de mi boca.
Quisiera decirte que anhelo
tu mirada, tu verbo conciso,
tu gesto sereno y tenaz.
Quisiera contarte que no espero,
que el resplandor de la luna
en la noche cobije nuestros cuerpos,
pues lo sustituyo por una bombilla
de flexo,
por una lámpara de salón.
Y sin embargo,
en la madrugada,
al otro lado de esta ventana,
las frías calles
con su lógica fría
y quebrada,
proponen el discurso
más sencillo,
el de hablar con silencio,
el de no decir nada.

viernes, 6 de mayo de 2011

Si alguna vez.


Si alguna vez entraste en mi vida,
si en algún momento mi corazón te entregué
y tú me entregaste el tuyo
e hice mías tus batallas,
tus anhelos eran míos,
como cuando se agarra el aire
con las manos en un día de viento.
Construímos caminos, formando un gran trecho,
alzando nuestros espíritus libres
al vuelo.
Si alguna vez te refugiaste en mi vida
o yo me refugié en la tuya
y nos hicimos cómplices
de este refugio mútuo,
unas veces etéreo y discontínuo,
otras constante y armónico.
Si alguna vez nos dijimos hasta otra,
comprendimos que el tren arranca
de la estación sin más rumbo
que el futuro,
sin más estación
que nuestra palabra.
Si alguna vez saliste de mi vida,
si al redoblar una esquina tocaste mi puerta y no la abrí,
que sepas que mi sentimiento sigue estando intacto y
guardo para tí mi cariño y mi afecto,
aunque nunca nos lo dijéramos,
aunque nunca lo supiéramos decir o
no hubiera voluntad de las partes.