sábado, 30 de junio de 2012

(Y VII)

Emilio Cifuentes vuelve por sus fueros... como la cabrilla resabiada que trepa por los riscos y resbala por las piedras... pero las piedras de Emilio son ciudadanas y tiene que ver con estados de ánimo y sentimientos elaborados (rutina, melancolía, costumbre, apatía, desamor, alegría inmensa, expectación, esperanza,...)


(Y VII)
Esta noche Emilio recuerda su infancia y la casa de sus abuelos. En un barrio a las afueras de la ciudad, en una calle sin asfaltar y sin farolas, Emilio creció al calor de su abuela materna, que no podía cuidarlo demasiado debido a sus años y su estado físico. La madre vivía con ellos pero como trabajaba en la fábrica textil que había cerca del barrio, dejaba al niño en casa de sus padres. Siempre fué un niño muy despierto y alegre, capaz de entretenerse con un trozo de cartón y creer que era una trompeta. En la escuela tenía algunos amigos, aunque al ser un niño tímido y soñador, eso hacía que los otros se burlaran de él en ocasiones y, ante eso, no muchos maestros ponían remedio...
La vida le enseñó a golpes, desgraciadamente, y Emilio forjó su carácter en desagradables situaciones con algunos compañeros y rivales. Otros, sin embargo, le querían y le guardaban un trozo de afecto ya que su corazón era grande y noble. Cuando dejó la escuela elemental, Emilio continuó el aprendizaje del oficio de mecánico, cuestión que llevó con relativa solvencia. A partir de los 16 años comenzó a ejercer el oficio, primero de aprendiz y más tarde como oficial mecánico. Contribuyó a la economía familiar para que su madre y sus abuelos no pasaran agravios. "La vida es más simple de lo que nos la presentan", pensaba para sí mismo Emilio al terminar el jornal diario.

miércoles, 27 de junio de 2012

Emilio Cifuentes (y VI)

Emilio Cifuentes le dirige una frase de amor a su querida Madame Y: "Aunque las palabras se agoten y los instantes desparezcan, quiero ser naúfrago en tu mar, hundirme en tu ciénaga, caminar hacia la fuente donde se prodigan las aguas quietas, besarte en los labios y abrazarme a tus caderas, mirarte a los ojos y encender una candela. Encontrarte tan hermosa y construir una estrofa para enaltecer tu belleza. 
Quizás la costumbre y la rutina le colocan un color grisáceo a la ilusión pero a tu lado esos dos vocablos no existen, porque eres contínua sorpresa y alegría sin sospecha, espíritu libre que no ha de ser censurado ni coartado.
Ojos azules como dos lagos profundos en los que aceptaría de buen grado encontrar la pureza.
"

lunes, 25 de junio de 2012

(y V)

V) Emilio era un hombre parco en palabras, escribía algún versito, no se le daba nada mal. Los domingos caminaba despacio por las calles de la ciudad. Se sentaba en algún banco de una plaza cualquiera y le tiraba miguitas de pan a las palomas que se movían nerviosas en círculos.
Una mañana de esas de domingo, Emilio encontró, descubrió en el escaparate de una librería un asombroso hallazgo: ¡La foto de Madame Y aparecía en la portada de un libro! Quizás se dijo, Madame Y sea escritora o simplemente modelo fotográfica. Empujó la puerta de la tienda de libros y sonó un crujido sospechoso de no estar bien engrasada. Anduvo entre estantes, hasta que llegó al mostrador y preguntó por aquel libro de su interés. La librera le contestó amablemente que su Madame Y era escritora y éste que tenía en sus manos era el tercer libro de una saga sobre las andanzas de un mecánico que tenía un amor idealizado e incompleto.
Emilio, no muy acostumbrado a leer novelas, más bien libros sobre marxismo y propaganda revolucionaria, le pidió a la librera que le dijera cuál era el precio y que se lo envolviera.
Al llegar a casa, Emilio desembaló su libro y comenzó a leer... Las letras que formaban palabras que, a su vez, formaban frases y estrofas, eran fiel reflejo de la imagen de Emilio sobre aquel libro, la imagen diáfana y transparente de su amor por aquella que sabía deslizar, de manera tan magistral, las ideas.

(y IV)

IV) Como cada tarde después de salir del taller donde trabajaba, Emilio Cifuentes, paraba en el café de la esquina cuyo nombre tenía un significado mágico: "El conjuro". Allí pedía un café largo y un bocadillo de chorizo frito, además de un gran vaso de agua fría para refrescarse. 
Emilio tenía algunos conocidos del barrio que solían visitar el café al terminar la jornada:  el carpintero, el tapicero, el electricista, incluso el cristalero. Cuando estaban todos reunidos comenzaban alguna conversación ligera sobre los éxitos de alguna folclórica, la querida de algún torero y otros temas viriles como la agenda de la selección nacional de fútbol. En aquel café mal iluminado y sólo distraído por la tímida luz azul de los tubos fluorescentes, Emilio recordaba a aquella diosa de un mundo sin dioses, Madame Y. Pudo haber sido Dulcinea de algún Quijote pero eso no le importaba, su amor no era posesivo sino abierto y comprensivo, integrador. 
Madame Y era alta, sus piernas delgadas y su figura esbelta. Sus maravillosos ojos azules, su sonrisa al que le había dedicado un tratado de geometría clásica... Sobretodo, su mirada audaz e inteligente, su gesto comprensivo y su cariño preciado... Lo de Emilio quizá era obsesión, pero era más una imagen como telón de fondo, contínua y una actitud no demasiado enfermiza, una necesidad de afectos y no una paranoia en sí misma. Emilio fue y es feliz gracias a recordar a esta bella dama y a su presencia a ráfagas.

sábado, 23 de junio de 2012

Emilio Cifuentes.

Les presento las reflexiones de un personaje nuevo, Emilio Cifuentes, mecánico de profesión, espero que Emilio vaya creciendo con todos nosotros. Madame Y es su amor incompleto e idealizado. 
I) Emilio Cifuentes le escribió a su amada: "Mira, mi amor, yo no quiero que pienses con mis ideas ni marcarte el camino a seguir, sólo te expreso mi devoción y ternura, mi lenguaje desordenado y con imperfecciones para llenar este hueco que deja tu mirada, esta distancia ciega, sorda, que me separa de tí."
II) Esta va acerca de su amor incompleto con Madame Y. ... "Desde nuestro adiós en aquella fría tarde de otoño comprendí que nadie es imprescindible en esta vida, todo cambia, no debemos proyectar nuestro dolor contra los demás cuando lo sentimos. En este tiempo es posible que hayas visto a otras personas... Entiendo lo que te ata, lo que hace que nuestro amor no pueda ser pleno, pero en esta noche de verano te guardo un trozo de amor puro y sin ambages. "
III) En una noche de luna llena, Emilio, melancólico, dibuja su andar errante por las calles de la ciudad.
No siente lástima de sí mismo, es un simple espectador de las avenidas llenas de gente, del tráfico desmedido, de la prisa y de la brevedad de la existencia cotidiana. En su caminar, se detiene ante el escaparate de una tienda de telas, recuerda que un amigo de su abuelo tuvo un negocio similar. Los tejidos que forman los trajes son la mercancía de este comercio... pero la noche también se teje con la aguja fina del tiempo y con el hilo delgado de la memoria. Se adjudicó por un momento la profesión del amigo de su abuelo para dirigirse a su amada: "En mi muestrario, los retales que te traigo tienen que ver con lo vivido y con lo que está por vivir. Si existiera una herramienta, aparato para medir nuestras acciones futuras, nos guardaría de peligros, pero como no existe tal artefacto, nuestro futuro es impredecible y debemos atender a la razón y al "libretto" propio de nuestros más hondos sentimientos. Cómo esbozar el modelo geométrico de la luna llena... la luna llena se ve majestuosa como esfera en el plano, pero lo que de veras me conmueve son las noches de luna menguante para explicar la arquitectura de tu sonrisa. Tu sonrisa son dos curvas que están separadas una cierta distancia y se cortan en dos puntos."
IV) Como cada tarde después de salir del taller donde trabajaba, Emilio Cifuentes, paraba en el café de la esquina cuyo nombre tenía un significado mágico: "El conjuro". Allí pedía un cafe largo y un bocadillo de chorizo frito, además de un gran vaso de agua fría para refrescarse. 
Emilio tenía algunos conocidos del barrio que solían visitar el café al terminar la jornada:  el carpintero, el tapicero, el electricista, incluso el cristalero. Cuando estaban todos reunidos comenzaban alguna conversación ligera sobre los éxitos de alguna folclórica, la querida de algún torero y otros temas viriles como la agenda de la selección nacional de fútbol. En aquel café mal iluminado y sólo distraído por la tímida luz azul de los tubos fluorescentes, Emilio recordaba a aquella diosa de un mundo sin dioses, Madame Y. Pudo haber sido Dulcinea de algún Quijote pero eso no le importaba, su amor no era posesivo sino abierto y comprensivo, integrador. 
Madame Y era alta, sus piernas delgadas y su figura esbelta. Sus maravillosos ojos azules, su sonrisa al que le había dedicado un tratado de geometría clásica... Sobretodo, su mirada audaz e inteligente, su gesto comprensivo y su cariño preciado... Lo de Emilio quizá era obsesión, pero era más una imagen como telón de fondo, contínua y una actitud no demasiado enfermiza, una necesidad de afectos y no una paranoia en sí misma. Emilio fue y es feliz gracias a recordar a esta bella dama y a su presencia a ráfagas. 
V) Emilio era un hombre parco en palabras, escribía algún versito, no se le daba nada mal. Los domingos caminaba despacio por las calles de la ciudad. Se sentaba en algún banco de una plaza cualquiera y le tiraba miguitas de pan a las palomas que se movían nerviosas en círculos.
Una mañana de esas de domingo, Emilio encontró, descubrió en el escaparate de una librería un asombroso hallazgo: ¡La foto de Madame Y aparecía en la portada de un libro! Quizás se dijo, Madame Y sea escritora o simplemente modelo fotográfica. Empujó la puerta de la tienda de libros y sonó un crujido sospechoso de no estar bien engrasada. Anduvo entre estantes, hasta que llegó al mostrador y preguntó por aquel libro de su interés. La librera le contestó amablemente que su Madame Y era escritora y éste que tenía en sus manos era el tercer libro de una saga sobre las andanzas de un mecánico que tenía un amor idealizado e incompleto.
Emilio, no muy acostumbrado a leer novelas, más bien libros sobre marxismo y propaganda revolucionaria, le pidió a la librera que le dijera cuál era el precio y que se lo envolviera.
Al llegar a casa, Emilio desembaló su libro y comenzó a leer... Las letras que formaban palabras que, a su vez, formaban frases y estrofas, eran fiel reflejo de la imagen de Emilio sobre aquel libro, la imagen diáfana y transparente de su amor por aquella que sabía deslizar, de manera tan magistral, las ideas.


  

martes, 19 de junio de 2012

En una ciudad cualquiera.


En una ciudad cualquiera,
las luces de las farolas
llenan la avenida
de ese color anaranjado
de las lámparas espectrales del sodio.
El transeúnte noctámbulo
camina rumiando
malas digestiones de oficina,
sales de frutas del desencanto,
decálogos de principios aprendidos
y otros desestimados,
algún fracaso sentimental,
y algún que otro quebranto.
En una ciudad cualquiera,
los letreros de neón
resplandecen en los jardines de asfalto
y tras la lunas de los escaparates
se sitúan las mercancías al por menor.
El transeúnte solitario
entra en un bar de madrugada
y pide una copa de cognac.
"Son las cinco", responde el camarero,
"vamos a cerrar".
Se despide con un ademán
y vuelve a las aceras,
posada, refugio,
de las almas cautivas,
de los corazones errantes
que se obstinan en salir
ilesos, sin éxito, de esta afrenta
tan grande llamada vida.

lunes, 18 de junio de 2012

Monólogo de la noche

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En el monólogo de la noche,
sobre el telón de fondo de un cielo añil,
 habita la alegría por el amor que permanece
 pero la melancolía por no verte,
 por no sentirte cerca.
 Ya sé que nunca fuimos o quizás sí,
 pero esta noche tengo la certeza de que este amor es inmenso
 como lo es el amanecer de primavera aunque llegue pronto el
 verano a correr su velo de certezas.
 Sin embargo, sé que la vida es larga o corta
 según se mire y que en mi retina guardo tu mirada
 y tu sonrisa, tu gesto justo y tu caminar pausado.
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sábado, 16 de junio de 2012

Poema gráfico

Este poema gráfico...

SI A DIARIO VENGO A TU VENTANA


Si a diario vengo a tu ventana a traerte palabras, palabritas no creas que es porque quiero aburrirte con mi discurso monotema, ni tan siquiera hipnotizarte con sucias estrategias para conseguir mis propósitos. 
Si a diario vengo a tu ventana a traerte flores, florecitas, unas naturales, otras olorosas, otras metálicas y con funcionamiento eléctrico, no creas que te quiero agasajar de múltiples maneras, ya la vida es lo bastante complicada para querer complicartela más. 
Si a diario vengo a tu ventana, y me ves dudar y estremecerme, no es un secreto plan para derrumbar tu mundo de confort y de estabilidad, no hay subterfugios, excusas ni medias tintas. 
Si a diario vengo a tu ventana es porque quizás una confabulación de astros, casualidades y certezas hayan querido que mi amor por tí sea austero, limpio y transparente, porque no conozco otra manera de amar que ésta.

miércoles, 13 de junio de 2012

Miramos hacia adentro


Miramos hacia adentro y nos reencontramos con la certeza pero también con el camino recorrido, album, mural de los lugares visitados, de las personas que hemos conocido. Miramos hacia adentro y nos consolamos con ese abrazo que alguien nos dió y se nos quedó grabado, con ese beso de una madre o de un hijo querido, con una puesta de sol quizás entre alamedas y unos montes que resisten el rodillo del paso del tiempo. Miramos hacia adentro, qué encontramos... Trozos de melancolía, vanidades no ejecutadas ni llevadas a cabo, pequeñas glorias, claros fracasos, pírricas victorias, público y aplausos, abucheos, escapadas, huídas hacia adelante, caídas de enano y estampidas de gigante, relojes atrasados y farolas que no dan luz. Miramos hacia adentro y entendemos que nada sucede de casualidad, sino que existe un hilo que lo engarza todo, guión predefinido de los acontecimientos.

miércoles, 6 de junio de 2012

Canción de buenas noches para la princesita linda

Princesita linda, de los cabellos dorados,
bajo la luna de plata,
regálame tu sonrisa,
tu mirada,
déjame que te bese con cariño y ternura,
llévame contigo
pegadito a tu cintura.
Surcaremos los cielos,
atravesaremos los mares,
cubriremos los bosques
con mantos de colores.
Princesita linda, del traje de terciopelo,
qué lindo tocado te has hecho.
Propio de reinas, damas de alta alcurnia,
señoritas que sirven
en casas palaciegas
y comprenden la lógica
de sus señoras
como si fuera la suya propia.
Princesita linda, de los cabellos dorados,
si algún día no ostentas el cargo de princesa,
los amaneceres darán paso
al mecanismo diario,
a la manivela silenciosa, ciega y sorda,
que construye el movimiento
lento y cadencioso
de las calles, de las plazas,
de las avenidas
llenas de muchedumbre ingente.
Princesita linda,
tu futuro depende
de oranguntanes inconscientes
que el progreso de las jóvenes damas no quieren.
Por eso, princesita,
rompe las cadenas que te atan,
libérate y aprende,
a levantarte en la derrota diaria,
a no repetir el lastimero
discurso de lo que los amos del mundo
pretenden.
¡Agárrate a la vida y siempre
mírala de frente!

domingo, 3 de junio de 2012

La vida puede ser maravillosa.

La vida puede ser maravillosa aunque en ocasiones los días soleados se vuelvan nublados y en el alma arrastremos una condena de la que nos liberará probablemente el paso del tiempo. La vida puede ser maravillosa y de hecho lo es. Sólo necesitamos guardarle un pequeño rincón a los sueños, un espacio para la armonía y también para el silencio, lugar y refugio, inicio, comienzo, lugar de partida y fin del trayecto.