viernes, 18 de junio de 2010

Point Judith.


Como Ulises en su viaje,
me dirijo hacia Point Judith.
En lugar de batallas, puertos y cuestiones mitológicas,
mi periplo es un simple viaje por la carretera que bordea
la playa.
Paso por las torres del paseo marítimo de Narragansett y veo las rocas
cerca del mar.
Esta distancia transoceánica con mi lugar de origen
me provoca nostalgia, y quisiera rebobinar
la cinta de mis recuerdos y darle al pause.
Si el tiempo se detuviera en nuestros instantes
de profundo gozo, seríamos incompletos
porque sólo conoceríamos el placer.
La vida es un conjunto de momentos,
algunos que son marejada y otros
que son mar calma.
Si no dejo que la cinta continúe,
me estancaré y oleré como el agua estancada.
Por eso camino de Point Judith me encuentro,
observo que las gaviotas sobrevuelan el aire,
y el faro orienta la trayectoria de los barcos
en la noche con su luz, para que,
de forma testimonial, lleguen al puerto.
¿Quién sería Judith?

Como si fuera ayer.


Como si fuera ayer,
cuando intentabas buscar la sonrisa en unos labios que no te pertenecían,
agárrandote firme al clavo ardiendo.
Como si fuera ayer,
deambulando por unas calles que no te correspondían
pero te permitían continuar el monólogo esteril
de los silenciados.
Como si fuera ayer,
cuando creías que vivir de prestado
era situación cotidiana,
y que tendrías la dignidad que te dejaran
algunos elegidos.
Ahora, que firme, retomas el rumbo
de tu destino, crees que el camino
no será sencillo y miras hacia atrás,
como si fuera ayer,
mientras continúas caminando,
hacia el futuro.

jueves, 17 de junio de 2010

Anatomía de un encuentro.


A pesar de los años y del desgastado rostro

En sus ojos se apreciaba la duda y el asombro

La sorpresa, la novedad y la certeza

La soledad visitada

El paréntesis de invierno.

Juntamos palabras, medias verdades,

Cruzamos instantes en un intercambio,

Coloquio limitado por los silencios.

Tras él los años de despego,

La despreocupación y el ¿arrepentimiento?

Las promesas se las lleva el viento.

Quería decirle, padre, que no lamento,

Y a partir de su más absoluto desprecio,

Comunicarle, que las simpatías son mútuas

Y que le guardo un rencor a fuego lento.