martes, 28 de junio de 2011

Geometría sentimental.

Aquella historia de amor
comenzó como cualquier otra.
Éramos dos rectas paralelas equidistantes
que se miraban de reojo.
No nos tocábamos ni siquiera teníamos
la intención de conectar en algún
punto. Hasta que la simetría
de tu boca, desembocó
en la curvatura de tu sonrisa
y nuestras concavidades y
convexidades
se solazaron
en una diáfana
mañana
en la que la luz
recorría los ventanales
transmitiendo
el cercano
contorno de tus
hombros.
Mientras tanto,
la vida continuaba
a pesar de los demás,
como la trayectoria
de las curvas continúas
que se asemejan a la estela
de un cometa en un cielo
de verano.
La geometría de aquel amor
acabó
por una discontinuidad
en las intenciones:
generó una singularidad
en el horizonte,
dejó un espectro
de instantes discontínuos
en la memoria.
Aquellos cuerpos se distanciaron
como se distancian los barcos
que toman distinto rumbo.
Jamás podremos decir
qué fue de aquel amor,
que comenzó como cualquier otro:
dos rectas paralelas
sin intención de tocarse.

lunes, 27 de junio de 2011

Amar a tientas.

Amar a tientas
como el que sonámbulo
se desvela
y camina tropezando
por la casa
callada y a oscuras.

viernes, 17 de junio de 2011

Si se agotan las fuerzas.

Si se agotan las fuerzas,
nos queda la esperanza.
Si escasea la esperanza,
tenemos la convicción.
Si flaquea la convicción,
somos dueños de nuestra finita
paciencia.
Si la paciencia está ausente
entonces necesitamos
a la resignación.
Si la resignación
nos duele y nos
ahoga con su gris
traje de lunes,
invocaremos al inconformismo.
Si el inconformismo
se enquista,
y no resiste
la vuelta
de la rueda del reloj,
apelaremos
a la apatía,
que mudaremos
con el práctico
escepticismo.
Nuevamente,
el escepticismo
será transformado
en inacción
y las fuerzas
se habrán agotado,
a no ser
que nos sentemos
en un banco de
una plaza cualquiera
y comencemos
la siguiente
conversación.

martes, 14 de junio de 2011

Si se planteó alguna vez.

Si se planteó alguna vez,
cómo rizar el rizo
sin rizarlo,
cómo callar hablando
y hablar callando,
cómo subir una montaña
cuesta abajo y
bajarla cuesta arriba,
cómo proyectar la felicidad
practicando la
desdicha,
y hacer un boceto
de la tristeza
tan alegre y satisfecho.
Si se planteó alguna
vez el diseño de un
castillo en el aire,
de un rascacielos
sin niveles,
de un horizonte
sin línea,
de una estrella
sin brillo.
Si se planteó alguna
vez,
una tarde de primavera,
en un jardín
con árboles
frutales y fuentes,
entonces
es que es Usted
como yo,
un loco cuerdo,
un cuerdo loco,
un descerebrado ambulante,
un ser humano más.

lunes, 6 de junio de 2011

No vine para eso.

No vine hasta aquí
para encontrar tu aplauso
ni tu aprobación.
Ni siquiera vine hasta
aquí para desfacer el entuerto
ni señalar al culpable.
No vine hasta aquí
para burlarme
o jactarme de tu miseria
o de tu sufrimiento.
No vine hasta aquí
para cimentar la felicidad
sobre la infelicidad ajena.
No vine hasta aquí
para eso.
Sin embargo,
vine hasta aquí
para acompañarte y serte útil,
para entregarte mi fraternal
abrazo,
mi cariño sin fisuras.
Lástima
que estés tan mal acostumbrada
a devolver poco
cuando los demás
te entregan tanto.
No vine hasta aquí
para participar en un concurso
de preguntas y respuestas
donde tú tienes
la última palabra.
Vine hasta aquí
para construir un futuro
mejor pero sin seguir la
estela de nadie,
a sabiendas
que aprendemos de los demás
pero contigo, no aprendo
más que a sentir odio.

viernes, 3 de junio de 2011

Mirar hacia atrás.


Mirar hacia atrás
es un ejercicio necesario
para comprender el pasado
aunque muchos acontecimientos
del mismo no tengan demasiada
explicación.
Mirar hacia atrás
cuesta porque
cuando abrimos el armario
y sacamos los zapatos antíguos,
éstos tienen demasiadas piedritas
y no queremos hacerles frente.
Mirar hacia atrás es
enriquecedor,
porque nos ayuda
a seguir construyendo
el camino,
y recoger ese atisbo
de esperanza,
si alguna vez la tuvimos,
o ese ápice de descreímiento,
esa duda sistemática
y coherente
con el medio que nos rodea.
Mirar hacia atrás
para recobrar la ilusión,
para reencontrarme
con ojos conocidos,
con miradas queridas,
con vestigios del pasado,
con ternuras compartidas,
con poderosos agravios,
con balances de vida
y con portentosos desencantos.
Mirar hacia atrás
para contemplar por un momento
el nlño que fuí,
el adolescente
en que me convertí,
la persona adulta que soy,
y recordar con nostalgia
aquel último atardecer
sobre el cielo que nos
refugiaba,
enladrillado y marchito,
génesis de una tormenta.

jueves, 2 de junio de 2011

El antagonista en la sombra.

Aquella habitación era iluminada por la luz tenue de la mañana que se ensortijaba en las cortinas del gran ventanal. De la calle venía el rumor del gentío y las risas de los chicos que jugaban a la pelota en la placeta cercana. En su sillón, Severiano Argenta, leía el periódico matutino mientras hacía que le trajeran el desayuno al salón agitando con pulso rítmico la campanilla metálica que tenía la costumbre de poner encima de la mesa .
Virtudes Sandoval, era una formidable criada, en palabras de Severiano. Siempre vestía con el uniforme negro reglamentario del servicio: la cofia blanca inmaculada y el delantal níveo. Entró en la casa de los Argenta, siendo apenas una niña, con 14 años y fue disciplinada y enseñada en el oficio de la servidumbre, en el agachar la cabeza y en el "Sí, señor-señora" en voz baja. También en otros menesteres como en la cocina, en la plancha y en la limpieza de los cristales, los baños, los suelos. Conocía a la perfección la psicología de Don Severiano: sus flaquezas, sus miedos, sus escasos logros como jugador de cartas y bebedor de vermut en el club social de la ciudad de provincias donde vivían.
Severiano Argenta, practicaba el oficio de parásito social y la escasa virtud de ser un antagonista en la sombra, de todo aquello que presentara el más mínimo cambio a las estructuras sociales que le habían permitido su bien merecido rango, de cualquier ataque indiscriminado al clero y al Rey, cúspide de la pirámide de la sociedad, garantía del mantenimiento de los privilegios. Cada vez que Virtudes lo oía despotricar contra los que criticaban al Rey, a los curas, a los militares que mantenían el orden ancestral, se reía internamente porque comprendía que semejante ser humano no había nacido para trabajar si no para reptar por la vida y acomodarse en el sillón. "Qué sabrá este holgazán", se decía para sus adentros. Severiano Argenta era antagonista de los críticos con las estructuras del orden y la moral. Éstas, a su vez, practicaban lo contrario que predicaban y constituían una incoherencia mayúscula. El antagonista tenía un antagonista en la sombra. Virtudes Sandoval, le arrebató lo que no tenía, le quitó la razón.